martes, 22 de junio de 2010

A propósito de la renuncia de Rangel Sostmann

La recién anunciada renuncia de Rafael Rangel Sostmann a la rectoría del ITESM sin duda es noticia. Con la salida del Dr. Rangel termina una era en la historia del Sistema Tec de Monterrey, una de las instituciones privadas de educación superior más importantes en México.

Hace tiempo que me considero Ex-A-Tec por partida doble: como egresado y como ex-colaborador del campus donde me gradué hace más de una década. De ambas etapas conservo recuerdos entrañables y también experiencias lamentables. De unas y otras aprendí, por supuesto. En ambos polos la pauta la marcaron las personas: el Tec me permitió conocer gente de un valor extraordinario y puso también en mi camino a personas tristemente dominadas por el egoísmo.

Como alumno y como profesor en el Tec aprendí muchísimas cosas y tuve oportunidad de hacer amistades que —nada raro en mí, lamentablemente— no he sabido cultivar suficientemente. Aún así, a la fecha, encontrarme con esas personas sigue siendo ocasión de gozo y recordatorio de la posibilidad que aún existe de recuperar el tiempo perdido. De la gente que apostaba por hacer daño, recuerdo poco, aunque —como quizá se vea más adelante— de sus actos queden huellas imborrables.

Lo cierto es que, para bien y para mal, el Tec es mi alma máter y a la vez el lugar donde mi trayectoria laboral empezó a configurarse. Quizá por eso siempre que escucho noticias del Tec me interesan como si siguiera yo ahí dentro. Y la renuncia de Rangel no podía ser la excepción.

Como relaté hace unos meses a raíz de la balacera en las afueras del campus Monterrey, Rangel Sostmann nunca ha sido santo de mi devoción. Sin embargo, lo consideré siempre un tipo congruente. Me divertía que cada ceremonia de graduación, año con año, repitiera las mismas anécdotas como si le hubiesen sucedido ayer. Algo que siempre me atrajo de su estilo de liderazgo era la frescura con que solía desenvolverse entre los estudiantes, a quienes solía cautivar con cierta facilidad.

Quizá esa frescura fue la que me llevó a acercarme a él en la primavera de 1995. Unos meses antes el tristemente célebre error de diciembre había desencadenado una profunda devaluación de nuestra moneda frente al dólar. La situación en el país se complicaba y la inflación se iba por los cielos. Pronto empezaron a correr en los pasillos del Tec rumores sobre grandes aumentos en las colegiaturas, lo cual empezó a provocar cierto pánico entre las familias de quienes estábamos ahí con números apretados. El Tec guardó silencio durante semanas. Algunos compañeros empezaron solicitar su baja y buscar nuevas alternativas.

Yo no entendía cómo la gente podía tomar decisiones basándose en suposiciones. Fue entonces que se me ocurrió juntar firmas para pedir que el Sistema Tec nos diera una explicación oficial que explicara qué sucedería en los próximos meses. La petición era simple: desmentir o confirmar los rumores y enviar en cuanto fuese posible los costos para el próximo semestre. Para juntar las firmas, elaboré una pequeña encuesta preguntando algunas cuestiones generales relacionadas con la crisis, el costo de la escuela, el programa de becas y —lo más importante— el interés por conocer las futuras colegiaturas. Al final, quienes lo deseaban, firmaban anotando su matrícula. Me organicé con algunos compañeros y en un par de días juntamos cerca de mil firmas de alumnos de todos los programas y semestres posibles. (En aquellos días la población total del Campus Ciudad de México era de unos 7,000 estudiantes.)

Una tarde procesamos los datos, armé gráficas e interpretaciones y armé un paquete con la carta petición y las hojas de firmas. Mi primera decisión era entregar eso en la dirección de mi campus. El mismo día, sin embargo, me enteré que Rangel estaría visitando nuestro plantel y pensé: las colegiaturas no son asunto local, sino decisión del Sistema. ¿Para qué ir con el Director del Campus si podía ir con el Rector de todo?

Me di una vuelta por la Dirección General y mientras esperaba que me atendieran, me enteré de la agenda completa del Dr. Rangel. Unos minutos después estaría en el Auditorio en una charla con alumnos de último semestre. Fui hasta ahí y escuché el final de la sesión. Al terminar, Rangel se quedó conversando con algunos alumnos. Estaban también el Rector de la Zona y el Director General del Campus. Me acerqué esperando el momento oportuno. Alguien mencionó los rumores sobre el aumento de colegiaturas. Y el Dr. Césra Morales, entonces Rector de la Zona, usó una expresión curiosa: "Ah, sí, el borreguito que anda suelto". Era cuando. Me levanté y le dije a Rangel: "Aquí está ese borreguito". "¿Cómo?", respondió. "Sobre ese famoso rumor, quisiera entregarle una petición que estamos haciendo algunos alumnos para recibir información acerca del impacto que tendrá la crisis en las colegiaturas", le dije extendiéndole el sobre con la carta, las gráficas, las firmas. Lo recibió sonriendo, me dio las gracias y me retiré. Me fui a la cafetería a reunirme con mis colegas. Poco después Rangel andaba por ahí, me vio y me preguntó: "¿Aquí en la carta dice a quién debo responderle?" "Claro, ahí vienen todos mis datos." Efectivamente. No estaba yo actuando como un anónimo ni nada parecido. La carta que presentaba todo llevaba mi firma y mis datos, asumiéndome como responsable del ejercicio. "Perfecto", me dijo sonriendo y se despidió.

Al poco tiempo recibimos todos un comunicado donde el Tec buscaba transmitir cierta tranquilidad en torno al tema. Es probable que no haya sido gracias a nosotros, pero a mí me dio un respiro y sé que a muchos otros también. Me sentí orgulloso de mi rector que había tenido sensibilidad para escucharnos.

Hasta que unos días después mi Director de Carrera —a quien nunca había visto antes— me buscó en una clase. "Nos esperan en la Dirección General." Y allá fuimos. Lo que sucedió en esa oficina fue harina de otro costal. En mi ingenuidad, no me di cuenta lo grave que había sido para el Director de mi campus que me lo "saltara". Fue quizá una de las conversaciones más desagradables que he tenido en mi vida. Se suponía que casi tendría que haber salido de ahí agradeciendo que no me dieran de baja por grillo. Las expresiones tan vulgares y el tono tan desagradable en que la máxima autoridad de mi campus se dirigía a mí, me dejaron frío. No renegué ni dije nada. Guardé silencio y archivé la historia. Estaba apenas en mi segundo semestre de la carrera.

Me gradué en 1999. Al año siguiente volví al Tec, como profesor. Un par de ocasiones más tuve oportunidad de atestiguar la forma en que Rangel ejercía su liderazgo entre su gente. Y aprendí mucho desde mi barrera. Hasta que en diciembre de 2001 la misma persona que me decepcionó como alumno, truncó mi incipiente carrera como colaborador del Sistema. Ese semestre obtuve una de las mejores evaluaciones como profesor en mi departamento. Y aprendí que los indicadores sólo sirven cuando quien los usa quiere que sirvan. De lo contrario, da igual: agarras tu cajita, metes tus cosas y no vuelves más.

Lo curioso es que, con todo, oigo hablar sobre el Tec y siento que hablan de algo que es mío. Quizá por eso me ha dolido tanto la soberbia con que el Tec se ha manejado en la última década. Paradójicamente, poco después de mi salida como empleado, me invitaron como egresado a las sesiones con miras a reformular la misión del Sistema Tec para 2015. Lo que dije entonces —lo que muchos dijimos entonces— sigue siendo válido hoy: falta humildad para retomar la grandeza a la que está llamado el Tec. Hoy mucha gente sin duda ahí adentro puede abonar a esa tarea. Rangel Sostmann tuvo la difícil tarea de llevar al Tec al siglo XXI. Y con lo bueno y lo malo, creo que lo logró. Pero a últimas fechas se le veía cansado, incluso fastidiado.

Habrá que ver quién llega ahora. Ojalá la grilla interna permita el arribo de un rector que sepa entender los tiempos que corren y conducir a esa gran institución a un mañana más a la altura de los desafíos que hoy imponen a México la injusticia y la falta de solidaridad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi querido Ernesto, no sabes cuántos recuerdos me trajiste a la cabeza… La verdad de los más gratos porque recuerdo claramente ese movimiento que integraste tanto, que fuiste de las pocas personas con las que me identifiqué porque encontré en ti un chavo preocupado por decir lo que pensaba con transparencia y claridad, al final no estabas más que expresando una preocupación y me hacías entender que también eras un chavo analítico.
Y ese tipo de expresiones “netas” no las pude encontrar muy seguido en la institución a la que pertenecimos. Por mi parte, los años de universidad los pasé más afuera que adentro, me rodeaba de gente externa ya inmersa en la etapa laboral en donde específicamente estos jóvenes buscaban realizar un cambio real en el país y sus condiciones, desde las trincheras de la política.
Por ello, las formas y reglas de las agrupaciones gestadas dentro de la “aulas” en donde prevalecía la “conveniencia” o compartir la búsqueda de la “excelencia” através de promedios perfectos gracias a exámenes copiados hasta el fondo del salón sin ofrecer el mínimo respeto a aquellos profesores con carrera y experiencias eminentes por el simple hecho de ser “tolerantes” y no impositivos, me impedían encontrar afinidades. Sólo tu me hiciste entender que no podemos usar la palabra “todos” y que patentabas la frase que “siempre existen excepciones a la regla”. Afortunadamente con el paso de los años logré compartir mis espacios educativos con personas que estaban cerca de los valores e ideales que yo tenía, obvio fueron pocos, casi tan pocos que los cuento con las dos manos y nada más.
Pero me gustaría rescatar lo positivo de esta situación. Lo que planteas como experiencia laboral yo también la comparto contigo, porque tuve la oportunidad de colaborar en el campus en el área administrativa y de la misma manera fue la primera experiencia amarga de mi carrera ya que afortunada o desafortunadamente, me enfrenté a una orgullosa ex-a tec como jefa, que su nivel de egoísmo era más grande que su propio profesionalismo, por lo que preferí renunciar y alejarme de su camino.
Lo que si puedo decirte es que todas estas experiencias que compartimos nos han permitido crecer y entender la forma en cómo se organizar este mundo, las reglas son muy parecidas desde donde te pares. Sin embargo al final, estoy convencida que gente como nosotros obtenemos más, porque hemos sabido entregarnos con pasión a lo que hacemos, con transparencia y honestidad, valores que en la actualidad suenan muy trillados pero que llevarlos a la práctica acarrea el riesgo de contar con este tipo de experiencias, por lo que tenemos pruebas fehacientes de acercarnos a la coherencia que para mi es sinónimo de madurez.
Yo al igual que tu, quiero a mi alma-mater porque a pesar de los momentos amargos, he podido reconocer las virtudes y beneficios que también me dio y que me hacen ser lo que soy hoy.
Mil felicidades porque através de tu blog he podido descubrir que sigues siendo ese chavo universitario con el que conviví y que siempre reconocí con alma “luchadora”, lleno de inteligencia, sensibilidad y tan analítico que nos sigue inspirando.

James dijo...

Órale Ernesto, no sabía que eras Ex-A-Tec... Muy interesante tu post la verdad...